A un año del fallecimiento del humorista, Alberto Donato  Calliera, de destacada trayectoria en medios gráficos, como LA GACETA,  y televisivos, la Legislatura de Tucumán le rindió un sentido homenaje en un acto  en  el que el Presidente Subrogante de la Legislatura, Regino Amado, acompañado por los legisladores: Mario Casali, Sandra Orquera y Mario Huesen hicieron entrega  de  una plaqueta a su esposa, Lucía Miranda y a sus hijos: Paula, Virginia, Adrián y Luciano.

Durante el acto, el Presidente subrogante del cuerpo, Ragino Amado  señaló que la decisión de rendirle un homenaje a don Alberto Calliera contó con la decisión unánime del cuerpo: “Porque fue un hombre querido, admirado y respetado por el pueblo tucumano”.

RECONOCIMIENTO. Legisladores entregan una placa a la familia del humorista. FOTO GOBIERNO DE TUCUMÁN.

A su turno, el legislador Mario Casali - impulsor del homenaje - destacó que “Alberto Calliera ya forma parte del patrimonio cultural de los tucumanos porque con su sano humor en los micro televisivos  pasó a formar parte de nuestras familias”.

Finalmente, su esposa, Lucia Miranda agradeció a la Legislatura por el  homenaje: “Este reconocimiento nos llena de satisfacción porque es una muestra de que Alberto sigue y seguirá vivo en la memoria de los tucumanos “.

Alberto Calliera murió el 3 de marzo de 2020, a los 78 años.

De impecable trayectoria, el cómico dijo alguna vez que nuestra provincia es -más que el Jardín de la República- un paraíso para los humoristas, ya que los crípticos personajes que encierra, "le han dado más guiones que Manhattan a Woody Allen".

Calliera era grande en serio. Fue definido por Miguel Martín como "El Tato Bores tucumano". El artista nació en Tucumán y a los 31 años se mudó a Yerba Buena convirtiéndose en uno de los primeros vecinos del barrio Viajantes.

Su chispa irónica y desenfadada se despertó en 1981, en "La Tarde", el vespertino que pertenecía a LA GACETA. Desde aquellas viñetas, más graciosas que bien garabateadas ("soy más humorista que dibujante", se defendería después), Calliera ya reivindicaba lo que sería su imperativo a la hora de pensar los chistes: disparar, junto con la sonrisa, una reflexión sobre la actualidad.